La educación en los valores democráticos
Prof. Alberto Sileoni
Existe una demanda social reiterada para que en la escuela se enseñen valores y no sólo conocimientos. Esta demanda parece inseparable de un diagnóstico: en nuestra sociedad escasean los valores, muchos de ellos se han perdido en la etapa tardomoderna de la cultura, la familia ha perdido capacidad socializadora, los jóvenes no tienen límites externos y tampoco pueden ponerse límites por sí mismos, incurriendo en numerosas conductas de riesgo: adicciones al alcohol y/o a las drogas, promiscuidad sexual, violencia, etc.El Ministerio de Educación de la Nación ha tomado como propio el desafío de promover una educación en valores en las instituciones educativas de todos los niveles. Consideramos que aprender valores es tan importante como aprender matemática, lengua o historia. Sin embargo, aceptar la legitimidad de la demanda no es aceptar sin matices el diagnóstico. Queremos hacernos cargo de la complejidad del desafío educativo que implica transferir los valores que tienen consenso universal en esta etapa histórica de la humanidad a las nuevas generaciones. Sin incluir esa complejidad los discursos se acaban vaciando convirtiéndose en lugares comunes reiterativos y vacíos de sentido. Como nos enseña Edgard Morin la complejidad se aborda estableciendo distinciones.La primera de ellas sería diferenciar la educación en valores de una visión deficitaria sobre nuestra juventud actual. No nos parece que el lugar de partida más potente sea presuponer que nuestra juventud no tiene valores. Sin duda los jóvenes de hoy no se nos parecen. Por otra parte, este escenario de diferencias generacionales conflictivas se reitera en todas las épocas. Nos atrevemos a pensar que esa diferencia se consolida hoy como una subsistema cultural al que llamamos cultura juvenil. Los jóvenes tienen su propio lenguaje, priorizan valores a su modo, tienen sus pautas de relación entre varones y mujeres, hacen una focalización temporal diferente, tienen una apropiación muy grande las tecnologías de la comunicación, etc. Un número importante de las características de la cultura juvenil derivan del hecho de que estos jóvenes se han formado en un contexto cultural democrático. Lo dice así una Declaración reciente sobre los 20 años de Educación en Democracia del Consejo Federal de Educación:"Hay una generación de niños y jóvenes argentinos que nacieron y crecieron en un clima democrático. En su conciencia social no hay lugar para atajos autoritarios o golpes de Estado. Este es un capital social invalorable, que sin duda nos hace mejores como pueblo." (Declaración del Consejo Federal de Educación de la Nación: "20 Años de Educación en Democracia. Balance y Perspectivas", Diciembre 2003)No debemos tampoco olvidar que vivieron la historia real de nuestra democracia reciente que incluye también sus rupturas, fracasos y decepciones. También crecieron en una familia más democrática, con modelos más heterogéneos y plurales que los que vivimos los que hoy somos adultos. En resumen, en gran parte nuestros jóvenes son como nosotros los hemos educado y son diferentes a nosotros porque uno de nuestros principios educativos fueron no seguir las pautas educativas de nuestros padres. En realidad, hemos sido bastante exitosos en nuestro proyecto pero nos sentimos desconcertados con los resultados y renegamos de nuestras propias decisiones. Es muy probable que hayamos fallado en muchos aspectos como padres y educadores. Seguramente no alcanzamos el equilibrio deseado. Pero no deberíamos arrepentirnos de haber impreso una impronta más democrática a nuestra educación. La educación en valores no debería ser entendida como sinónimo de retorno a una educación autoritaria. Educación en valores no es sinónimo de predicación. Educación en valores no es sinónimo de campaña por la reforma de las costumbres sociales. Una auténtica educación en valores comienza por valorar al otro. Confiar en nuestros jóvenes, escucharlos abiertamente, estar dispuestos a aprender también de ellos es el primer paso de una educación en valores con posibilidades de éxito. Sólo en ese contexto respetuoso y de apertura puede adoptarse luego una postura no neutral sino crítica frente a la cultura juvenil en aquello que amenace los valores de la democracia: la discriminación, el abuso de poder, la falta de respeto por la ley, la violencia, la falta de valoración del esfuerzo y del trabajo.Los mundos de la vida y la apertura a los derechos universalesNuestra experiencia cotidiana como sociedad argentina indica que aún tenemos mucho camino por recorrer para que eche raíces entre nosotros una cultura democrática. Nos faltan prácticas sociales que hagan presentes los valores democráticos en nuestra convivencia cotidiana. Para ello es necesario abrir, renovar y someter a crítica algunos hábitos sociales adquiridos. Las culturas pertenecen a lo que E. Husserl llamaba los mundos de la vida. En nuestra patria hay tradiciones que vienen de varios siglos de historia y se remontan más allá de nuestro pasado colonial y que no se dejan describir con los moldes modernos y entran incluso en conflicto con las aperturas que produce una sociedad democrática. Una educación en valores que quiera echar raíces en la vida cotidiana se sitúa en este contexto de diálogo intercultural. Se trata de establecer un diálogo entre tradiciones muy ricas, con fuerte acento comunitario, raíces territoriales profundas y fuertes, creencias colectivas y la cultura democrática que tiene carácter menos territorial y más universal. ¿Cómo conservar lo mejor de nuestras tradiciones criollas, mestizas e incorporar al mismo tiempo el discurso crítico de la razón que no se somete a las tradiciones y trae la apertura del debate público que revisa la validez racional de los argumentos que las sostienen? Este es un interrogante crucial que debe resolver una educación que quiera construir una cultura democrática. La razón saca a la tradición al espacio público del debate. Esa racionalidad es un eje de la cultura democrática. Territorio y universalidad. Razón y creencia. Memoria e innovación. Diferencias culturales e igualdad de derechos. Son tensiones a resolver en una propuesta educativa que quiera hacerse cargo de la complejidad.Enseñar el respeto por la ley en las escuelas.Una de las preocupaciones sociales más extendida en nuestros días es la demanda por una mayor seguridad. Demanda que se traduce en el reclamo para que se limiten los delitos y las transgresiones a la ley. Se nos recuerda todos los días que hacer respetar la ley es una función esencial del Estado. Pero esta función no se puede hacer efectiva, sustentable en el tiempo, sin el apoyo de una cultura democrática. El respeto por la ley es uno de los valores de la cultura democrática. Mientras colectivamente no descubramos su importancia, sus beneficios, su sentido, no pasará del cómodo territorio de los discursos. Algo que caracteriza el estadio predemocrático del desarrollo de las sociedades es que la autoridad se coloca por encima de la ley. El poder del monarca absoluto, el emperador, las teocracias se asemejaban entre si en este hacer coincidir en una persona el poder de legislar, de juzgar, de administrar y de tomar decisiones en nombre de la comunidad. El Estado democrático, en cambio, se asienta en la subordinación de la autoridad a la ley. No hay diferencias ante la ley, ésta merece el mismo respeto y se aplica de la misma manera sobre gobernantes y gobernados, ricos y pobres, famosos y desconocidos. Pero esto supone salir de una visión patriarcal y asimétrica de las relaciones sociales y pasar una visión más simétrica y contractual. La escuela tiene mucho para enseñar y aprender acerca del respeto por la ley. En ella también hay normas y, por lo tanto, tienen que existir límites y sanciones. Pero la formación en la cultura democrática no exige sólo que no haya impunidad en la escuela, también exige que las normas estén abiertas a debate, que se argumente su sentido, que se haga un contrato educativo entre todos los afectados por la tarea escolar: directivos, docentes, alumnos, familias, personal auxiliar. En resumen, educar en valores no es emprender un camino regresivo. Educar en valores es avanzar en la construcción de una cultura democrática que impregne nuestra vida cotidiana estableciendo un intercambio respetuoso que acepte la pluralidad y construya nuevos consensos sociales. Un encuentro enriquecedor entre memoria, presente y proyectos comunes
Material publicado en la web del Programa Nacional de Convivencia Escolar. Para ver el artículo completo siga el vínculo
http://www.me.gov.ar/convivencia/contenidosileoni.html
martes, 20 de mayo de 2008
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